Norberto Molinari, el vaquero de la capital nacional de la soja

“No estoy loco, hago lo que me gusta, soy vaquero”, dice el criador de Arequito. En plena zona núcleo, el santafesino lleva adelante una ganadería eficiente sostenida en el manejo, la genética y la alimentación. Con una carga de entre 5 y 6 vacas por hectárea le compite a los números de la soja, y si no le gana, le empata. Un paseo por el pasado y el presente de la cabaña La Maricel, una marca registrada en Angus

“Mis amigos me dicen que estoy loco, que me deje de hinchar con las vacas. Pero yo no estoy loco, hago lo que me gusta. Soy ‘vaquero’, me gustan las vacas, me apasiona la ganadería”, dice con tono campechano y una sonrisa el criador santafesino.
Norberto Molinari no canta, pero en Arequito es tan famoso como la Sole. “Somos 8.000 habitantes y a mi todos me conocen por las vacas”, cuenta sin exagerar este productor de 59 años que nació en la ciudad que saltó a la fama por la voz de las hermanas Pastorutti, y que le destina a la ganadería vacuna casi 200 hectáreas de los mejores suelos que tiene la Argentina.
“Estamos entre Rosario y Venado Tuerto, una zona netamente agrícola. Acá todos hacen agricultura, son campos muy buenos, 100% sembrables”, cuenta otra vez sin forzar la realidad. Arequito es denominada “la capital de la soja”, y desde 1977 es sede de la Fiesta Nacional del cultivo más sembrado en el país.
Con un rodeo de alrededor de 400 madres Angus negras y coloradas y 50 vientres Brangus, La Maricel es el establecimiento dedicado a ciclo completo que más animales tiene en una amplia región a la redonda. “Casi que soy el único que tiene vacas de cría en Arequito y alrededores. Tenemos la cuenca del río Carcarañá, y en los campos bien pegados al río, que son más overos, ahí hay algunas. Pero no muchas porque siembran igual”, explica.
Sí es una zona con presencia de varios feed lots grandes, y eso se tiene que ver con la excelente producción maicera que se logra en los privilegiados suelos de esa zona de Santa Fe.

Constante
La constancia de Constante Molinari, el padre de Norberto, fue la piedra fundacional del éxito de la ganadería en La Maricel y también de la pasión y el amor que él tiene por las vacas. La relación de la familia Molinari con los animales viene de décadas. El abuelo de Norberto empezó a marcar el camino, su papá lo consolidó y Norberto continuó el legado. Claro que la actividad fue mutando según las épocas.
“En mi casa hasta tuvimos tambo, en tiempos de mi abuelo, y ya con mi papá hacíamos mucha invernada. Además de dedicarnos a la agricultura”, dice.
A Norberto le cuesta mucho ubicar en el calendario cada recuerdo, aunque hay un año que lo tiene marcado a fuego. “En 1985, un día mi papá me dice: ‘esto no va más’ (por la invernada), vamos a poner vacas de cría. Y vamos a comprar vacas buenas, porque comen lo mismo que las malas, pero producen un mejor ternero. Entonces prefiero tener menos y buenas, que vamos a tener más kilos al destete’”, cuenta al detalle el anuncio que le hizo Constante.
A partir de ese momento, la evolución fue lenta pero sin interrupciones. “Empezamos a comprar vacas puro controladas, algunas de pedigree, íbamos a remates de cabañas, siempre de Angus. Hasta que un día me dice: ‘las vamos a inscribir’. Y a mí no me gustaba mucho la idea, pero él tenía claro hacia dónde iba. Y todo esto que tengo hoy es gracias al ‘Viejo’”, agradece Norberto, quien con el paso de los años, y de ver la pasión que tenía Constante, se enamoró de la ganadería.

La resistencia
Los últimos años de los 90 y los primeros de los 2.000 fueron una prueba de fuego. La crisis de precios en la ganadería y la irrupción de la soja resistente al glifosato hicieron que los vecinos se volcaran a pleno a la agricultura y se terminaran las vacas en esa zona. El paisaje de los campos de Arequito empezó a cambiar para siempre. Pero los Molinari nunca pensaron en deshacerse del rodeo.
“Hemos pasado momentos muy difíciles para la ganadería, hubo muchas épocas en las que la vaca no valía nada y no nos quedó otra que achicarnos. El mío es un campo de 4.500 / 5.000 kilos de soja y 10.000 / 12.000 kilos de maíz y con la vaca venía perdiendo. Era la realidad. Pero es tanto el gusto y la pasión, que me achiqué y las supe mantener. Nunca me resigné a cargarlas a todas y sembrar soja”, dice con orgullo.
Constante, que con el paso de los años le delegó el manejo a su hijo, siempre lo apoyó. Y al ser hijo único, Norberto nunca tuvo que compartir las decisiones con nadie. A eso se le suma que desde hace 25 años cuenta con una empleado que es su mano derecha, y que luego el hombre sumaría a sus dos hijos para apuntalar la pasión ganadera de Molinari.
Obvio que más allá de la mirada romántica, Norberto siempre entendió que la ganadería tenía que ser un muy buen negocio para poder sembrar alfalfa en los lotes aptos para soja. Y en cada etapa buscó la manera de que la vaca compita con la agricultura. Con satisfacción asegura que la vaca en si no le gana, le empata.

Eficiencia
Con el asesoramiento del veterinario Martín Correa Luna que en aquel tiempo estaba en el INTA de Venado Tuerto empezó a moldear el planteo de cría intensiva que hoy tiene consolidado y le permite con ciclos de pasturas base alfalfa y bajo pastoreo directo olvidarse del precio de la soja. Es más, hace poco más de 15 años decidió arrendar la parte de su campo que le dedicaba a la agricultura y abocarse de lleno a las casi 200 hectáreas en las que hace ganadería.
“Tenía cosechadora y sembradora, y un día dije basta, a mí no me gustaba sembrar. Me quedé con las herramientas para hacer los verdeos y el resto lo vendí”, cuenta.
Molinari lleva adelante una verdadera ganadería de punta sostenida por el manejo, la genética y la alimentación. “Trabajamos todo con alfalfa y tenemos una carga de entre 5 y 6 vacas por hectáreas, con pastoreo rotativo que cambiamos tres veces por día, y ayudamos con silo de maíz en el invierno”, explica.
En plena zona núcleo, su relación con la agricultura se sostiene por los animales: siembra maíz para darle grano y silo. Además hace sorgo forrajero, y verdeos de verano.
“La genética tiene que ir acompañada con la alimentación, si no, no se expresa todo lo que puede. Con genética y alimentación sacás un buen ternero, con más kilos al destete y lográs mayor producción al año. Ahí hacés la diferencia”, dice el santafesino.
“Para mí son un muy buen negocio las vacas, el tema es que hay que estarles muy encima para poder equiparar a la soja. Es un trabajo de todos los días. Esa es la gran diferencia con la siembra”, dice.
“Yo soy muy obsesivo con el cuidado de las pasturas. Cuando veo que va a llover, ya sacamos las vacas. Porque al ser tan intensivo, si me pisan la alfalfa pierdo mucho. Tengo mucha carga en poco espacio, y si me ‘aran’ la alfalfa, listo, se me termina el pasto”, explica.
En La Maricel, Norberto tiene un equipo de trabajo que hace posible que el planteo funcione. “Están Héctor y sus dos hijos, Nicolás y Angel. Con ellos tenemos todo bien aceitado, son muy trabajadores, y son la base de todo”, reconoce. Y tienen sus incentivos económicos según objetivos que se van logrando. Molinari entiende que eso es parte de la inversión que conlleva hacer una ganadería rentable.

De norte a sur
Norberto realiza ciclo completo, y es el primero en comprobar que su genética funciona, tiene un índice de preñez que ronda el 85% y tuvo picos de 92%. Produce alrededor de 80 toros por año que vende en forma particular y en distintos remates. Con su cabaña supo competir en Palermo y en todas las exposiciones de su zona de influencia, con muy buenos resultados.
Hasta que desde hace algunos años empezó a incursionar en el Brangus, para responder a la demanda que tiene en el norte del país, y dejó de hacer pedigree en Angus. “Como en mi zona no hay ganadería, yo tengo que salir a vender mis toros a otras regiones. Y voy mucho al norte de Santa Fe y de Córdoba. El Brangus es una raza que se adapta mejor ahí”, explica. “Pero al Angus no lo voy a dejar nunca. Soy un apasionado del colorado”, aclara.
Así como mira al norte, Norberto siempre apuntó al sur también y desde sus inicios tuvo una estrecha relación con la provincia de Buenos Aires: fue comprador de genética de Tres Marías y de La Legua, y desde el año pasado integra Rústicos, el grupo de criadores y cabañeros comandado por Sergio Amuchategui que tuvo su origen en la zona de Tres Arroyos. “A Rústicos llegué por mi relación con la firma Mondino. Y es una satisfacción que me hayan invitado a participar porque ya es una marca consolidad en el país”, dice el criador que vendió vaquillonas en los remates de septiembre y noviembre de 2021.
“Claro que me sería mucho más fácil sembrar soja, estaría más desocupado, pero la ganadería es una pasión que heredé de mi padre. Soy feliz teniendo vacas. Es más trabajo, renegás, es cierto, pero ver un ternero nacer, criarse, desarrollarse y llegar a una exposición, es una satisfacción única”, asegura.
Norberto no está loco. Hace lo que gusta.
Prensa Rùsticos

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