16 Jul Con los toros bien puestos
Arandú comenzó el proyecto de su cabaña en 2014 y ya se convirtió en una marca reconocida a nivel país. Hoy produce alrededor de 65 toros de pedigree por año. “No pensamos que íbamos a lograr tanto reconocimiento en tan poco tiempo. El gran desafío es mantener los compradores”, dice Federico Vizzolini, el capitán de un eficiente grupo de trabajo
Pocos acertarían si se les preguntara la fecha de inicio de la cabaña Arandú. Pareciera que llevara décadas produciendo toros y vientres de pedigree, que el reconocimiento que tiene hoy cuenta con el respaldo de una larga trayectoria, que su marca está instalada por estos días en un lugar selecto de la raza Angus por el peso de una historia…
Nada de eso, han pasado apenas siete años desde su nacimiento.
“Sinceramente no me esperaba lograr lo que hemos logrado, y menos, en tan poco tiempo”, reconoce Federico Vizzolini sobre lo que ha ocurrido con Arandú en menos de ocho años. Es más, él tampoco recuerda cuándo se puso la piedra fundacional de la cabaña, el que aporta el dato es Juan García, el asesor y director genético del proyecto. En 2014 compraron donantes de Tres Marías y de Aitué para empezar a producir toros y vientres de pedigree.
“La primera venta de toros fue en 2017, en el remate de Rústicos ‘Máxima Selección Genética’”, agrega Juan. “Hoy se trabaja con tanta tecnología que el avance es mucho más rápido, el mejoramiento es más sencillo. Tiempo atrás hubiera sido imposible hacer lo que hicimos en Arandú”, completa.
En otras palabras, el asesor propuso un proyecto genético y Federico invirtió y puso parte del equipo de trabajo a disposición del plan.
Pero volviendo a los datos y a las fechas, lo que sí tiene Vizzolini bien fresco en su memoria es la última venta de la cabaña. El 25 de junio, en el remate Rústicos Premium televisado por Canal Rural, Arandú vendió 22 toros de pedigree por un promedio de 920.000 pesos.
“Es un número demasiado interesante. No estaba en mis expectativas vender los toros en esa plata”, revela. Y propone hacer un rápido recorrido de lo que pasó desde 2014 para explicar el exitoso presente de la cabaña.
Hacer lo que no hay
Hasta el nacimiento de la cabaña, que está ubicada en el establecimiento El Cholo, en San Cayetano, la base de la empresa ganadera de Arandú estaba en Malele, un campo de 12.000 hectáreas en la zona de Dolores, sobre la orilla de la Bahía de Samborombón.
“Yo compraba algunos toros de pedigree para mis rodeos de cría porque me daban un plus, pero no en forma masiva. Lo conocí a Juan García porque él trabajaba con Hugo Buus y yo compraba los toros de La Segunda. Hasta que en un momento me propuso un proyecto que me interesó: Tres Marías quería vender algunas donantes y estaba buscando socios. Entonces me decidí a hacer la cabaña”, recuerda Federico.
Pesó en la decisión de aceptar la propuesta de García lo dificultoso que era encontrar toros de pedigree para Malele. “Habíamos visto que a medida que íbamos incorporando toros de pedigree mejoraba nuestro producto final. Pero no era sencillo comprar esos reproductores. Había que recorrer todos los remates de cabañas importantes, y de 15 toros podías elegir uno o dos, no había 20 para elegir. Entonces era complicado”.
La cabaña era un negocio doble propósito para Arandú. Por un lado producir toros de pedigree para la venta, por otro, para usar en Malele. El plan no podría haberle salido mejor.
“Empezamos a producir nuestros toros y hembras de pedigree para venta y para usar nosotros. Hoy ya estamos usando nuestras propias madres con nuestro nombre de la cabaña, con el prefijo de Arandú, que es Malele. Antes vendíamos con prefijo de Tres Marías, porque recibíamos embriones de ellos, los poníamos en nuestro campo y teníamos los nacimientos”, explica Federico.
“Tenemos madres de pedigree, que son las que lavamos para hacer embriones, y a su vez contamos con un plantel de pedigree a campo, con servicio natural de toros que elegimos nosotros. De ahí salen muchas hembras y machos que salen a la venta en el remate de Rústicos”, agrega.
Está claro, ha sido una evolución muy rápida la que ha tenido Arandú como cabaña. Y Federico entiende que la clave fue la piedra fundacional: las donantes de Tres Marías. “Nos ayudó mucho la consistencia de las madres. Todos los vientres con los que arrancamos dieron muy buenos productos todos los años, le pusieras el toro que le pusieras. La consistencia genética que hay atrás dio sus resultados”.
Rompecabezas
Desde que empezó, Arandú canalizó la venta de su producción de cabaña en los remates de Rústicos. Y si bien siempre obtuvo valores destacados, en los últimos dos años los precios fueron notorios. Así llegamos hasta la última venta, que superó las expectativas por varios cuerpos.
“Los precios yo se los atribuyo a que en las ventas de Rústicos se da un conjunto de factores que hace que se logren los resultados que se logran. Esto es como si vos fueras armando un rompecabezas, entonces todas las piezas son fundamentales”, cuenta.
“La pieza de haber arrancado con genética de Tres Marías, que es reconocida en el país y en el mundo, ayuda a la venta porque mucha gente está ávida de ese producto. Otra pieza fue habernos incorporado a las exposiciones, donde logramos varios buenos resultados (en 2019 Arandú fue la segunda mejor cabaña Angus del país). Otra, el grupo de trabajo dentro del campo, que fuimos ajustando todos los detalles hasta llegar a lo que pretendíamos”, agrega.
“Las otras piezas las aportan Sergio (Amuchategui) con el armado de Rústicos, que trae sus clientes y hace un gran trabajo; y Mondino, que logra un remate excelente, porque con su familia y sus representantes trae clientes de otras zonas a las que nosotros nunca hubiéramos podidos llegar si no fuera por él”, dice para dar por finalizado el rompecabezas.
De hecho, en el último remate el máximo precio fueron los 2.300.000 de pesos que la firma Tres Molinos de Entre Ríos pagó por un toro de Arandú. Pero además, los reproductores de Vizzolini han sido adquiridos por productores de San Luis, Mendoza y Córdoba, por ejemplo. “Esa federalización Rústicos la logró con Mondino, además de que ayudó mucho que a partir de la pandemia los remates se hacen por Canal Rural y lo puede ver todo el país”, dice.
“Claro que eso también lo que hizo fue generar más competencia, porque la federalización es para todos los remates que se televisan”, aclara.
Y vuelve sobre la calidad y la cantidad en la oferta de toros de pedigree que hay año tras año. “Los precios que se dan en Rústicos también están relacionados a que es muy difícil encontrar en la Argentina la cantidad de toros de pedigree de esa calidad. Entonces, mucha gente que está buscando toros padre para la cabaña paga un peso más porque realmente los necesita. Y se arma la puja con el productor que quiere genética para mejorar su rodeo”, explica.
El cliente siempre tiene razón
Hay una máxima que en Arandú no se discute. El cliente siempre tiene razón. “Reclamo que tengas lo tenés que atender, y dar respuestas. El año pasado a un cliente muy bueno que tenemos se le murió un toro por el que había pagado mucha plata, a los dos días de haber llegado. Le hicimos una nota de crédito y se terminó la historia. Ese mismo cliente en junio me compró varios reproductores”, cuenta.
“Nosotros estamos vendiendo un producto, pero también vendemos confianza, y el cliente eso lo tiene que sentir”, indica. Precios al margen, Vizzolini cuenta que tanto a él como a todo el equipo de trabajo los enorgullece que se repitan los compradores, porque quiere decir que el producto que hacen funciona. Y también que muchas firmas elijan a los toros de Arandú para tener como padres de cabaña, o que haya la puja que hay en cada remate para quedarse con los animales.
“No se trata sólo del resultado económico. Es la satisfacción de saber que estás haciendo las cosas bien, que el trabajo sirve. Todos los que trabajan en la cabaña, que están a cargo de Fabián Porras, y en Malele, con Ariel D’Angelo, el día del remate están frente al televisor y festejan con las ventas. Es un día de fiesta. Todos tienen la camiseta puesta, están involucrados en el proyecto, y eso es fundamental. Sin el equipo de gente que tenemos en El Cholo y Malele, nada de esto podría funcionar”, asegura Federico, que desde hace varios años trabaja codo a codo con su hijo Luis.
Mantenerse, el desafío
En lo que es producción de toros de pedigree, Arandú se viene agrandando año a año. En 2021 en total venderá 50 toros (comercializó 22 en junio, el resto lo hará en septiembre en el Rústicos Máxima Selección Genética) y 15 destinará para usar como reproductores en Malele. En lo que respecta a hembras de pedigree, saca a venta entre 20 y 25 por año. El resto de lo que produce queda como reposición.
Para 2022, en tanto, el objetivo es llegar a 80 toros y estabilizarse en ese número el resto de los años. Como novedad, este año en el próximo remate de Rústicos venderá la primera camada de toros puro controlados colorados, y comenzaron a armar un rodeo para dentro de dos años también ofrecer puro controlados negros.
“Todos nuestros colaboradores tienen la camiseta puesta, están involucrados en el proyecto, y eso es fundamental. Sin el equipo de gente que tenemos en El Cholo y Malele, nada de esto podría funcionar”, asegura Federico
“El desafío más grande que tenemos es mantener la marca y la clientela. No queremos agrandarnos más, sino cuidar lo que hemos conseguido. Y para eso sabemos que tenemos que trabajar igual o más de lo que venimos trabajando hasta ahora”, se despide Federico.
En Arandú, los objetivos, igual que los toros, están bien puestos.
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