Juan García, el Gran DT ganadero

“¿Cómo me defino? Soy una especie de coordinador. Me hubiera gustado estudiar veterinaria, pero soy muy limitado, no me daba para los libros. Aprendí mirando, leyendo e instruyéndome con otras personas, con gente que trabajaba muy bien. Y lo que tengo es la posibilidad de ver constantemente una gran cantidad de animales produciendo en distintos sistemas”.
Juan García no tiene títulos que lo respalden como un erudito. Terminó el secundario y luego sumó a su currículum un curso de inseminación artificial en la cabaña La Legua, en 1999. Sin embargo, es habitual que le digan “el especialista” o “el genetista”. Es más, Alfredo Gusmán, el presidente de la Asociación Argentina de Angus, cada vez que tiene un micrófono a mano lo define como “uno de los asesores que más sabe de ganadería”.
Hay evidencias que sostienen las palabras del mandamás de la raza líder del país: el tresarroyense hoy asesora a 17 cabañas y establecimientos en la provincia de Buenos Aires, La Pampa, Córdoba, Mendoza, San Luis, Santa Fe y México. Entre ellas algunas de las firmas que conforman la base de Rústicos.

Pasión ganadera
Juan Nació hace 48 años en Tres Arroyos, perdió a su papá siendo muy chico, y de la mano del médico veterinario Ricardo Errazu, el marido de su mamá, empezó a relacionarse con el campo. Primero lo acompañaba en sus recorridas, una vez que terminó el secundario se sumó a trabajar al criadero de cerdos que tenía. Errazu “despertó mi pasión por la ganadería” y los cerdos “me mostraron que me gustaba trabajar en la mejora genética”, cuenta.
Por otro lado, a Juan le generaba mucha curiosidad la preparación de vacunos para exposiciones. Entonces, pese a la rutina porcina, Juan tenía claro que su norte eran las vacas. Así fue que decidió trabajar en un feed lot para aprender a racionar la comida de los animales y también realizar el curso de inseminación en La Legua, gracias al que formalizó su relación con la mejora genética y la preparación de animales.
“Fue en 1999, la cabaña era furor en ese momento, hacía 1.000 toros por año, iba a las exposiciones con 50 animales. Era un show fenomenal”, recuerda. El curso duró una semana y Juan aprovechaba cada rato libre para ir a ver cómo trabajaba el cabañero y ayudarlo en lo que pudiera. Empezaba a aprender el oficio.
Entonces redobló la apuesta y comenzó a ir a las exposiciones con La Legua a ayudar en la preparación de los animales. Sin cobrar un peso, obvio. Pero para Juan la ganancia era la experiencia. Fueron alrededor de dos años de colaborar y nutrirse, tiempo en el que formalizó su relación con Marcela y llegaron las gemelas Mercedes y Pilar. Entonces además de seguir aprendiendo el oficio, el tresarroyense necesitaba engordar la billetera.

Los Abuelos
El quiebre se dio en el otoño de 2003, en un día de campo de La Legua. De la jornada participó Juan Ezcurra, un reconocido consultor y asesor de cabañas que Juan cruzaba en las exposiciones y decidió pedirle trabajo. Tuvo que esperarlo casi seis horas parado en el parque del establecimiento, pero valió la pena. Ezcurra escuchó el pedido y aceptó.
“‘Empezás mañana’ me dijo”, recuerda con una sonrisa Juan. Se venía encima la Exposición de Otoño y lo contrataron para que trabajara en Los Abuelos, la cabaña de Stratum S.A, ubicada en Brandsen. Era lejos, es cierto, pero se trataba de un establecimiento de punta y una oportunidad insuperable.
El buen desempeño de Juan convenció a Ezcurra, Horacio Aresi y a Diego Añez, los tres socios que trabajaban en tándem, de que era el indicado para transformarse en el encargado de la cabaña. “Tuve muchísima suerte de caer ahí. Es cierto que yo lo busqué, pero también estoy muy agradecido porque me abrieron las puertas. Fueron dos años de muchísimo trabajo”, recuerda.
En una de las tantas exposiciones a las que concurrió tuvo una charla con Juan Pedro Massigoge, quien le ofreció que trabajara para él en la cabaña La Tortuga de Indio Rico. Casi en simultáneo recibió la misma propuesta de Hugo Buus, para La Segunda, en Orense. Su tarea en Los Abuelos estaba dando frutos.
Juan empezó a trabajar part time con Massigoge y con Buus, y también fue contratado por Daniel Fuente en la cabaña Aitué. Pero además continuó la relación con Ezcurra y Aresi, quienes le delegaron el manejo de las cabañas que asesoraban en La Pampa. “Mi familia me regaló un Peugeot 206 bastante nuevo y le hice 300.000 kilómetros. Lo gasté”, cuenta como anécdota para describir que fueron años de trabajo intenso.
También se hizo tiempo para ir a sumar experiencia en Tres Marías, la cabaña líder que la familia Gutiérrez tiene en Benito Juárez. “Quería sumar horas de oficio, estar al lado de ellos, ver cómo trabajaban, seguir aprendiendo. Ellos son los número uno. Además de ganar conocimientos entablé una muy buena relación con ellos”, dice.
“Así me hice yo, bien de abajo, laburando, en la cabaña no hay nada escrito, es el día a día. Es muy artesanal. Entonces uno observa y ve qué puede aportar”, revela.

Rústicos
En 2013 tras muy buenos resultados con Aitué en la Rural de Palermo, Sergio Amuchategui le propone hacer un remate en La Verbena, en Copetonas, con hacienda de algunos criadores de la zona. Fue el comienzo de Rústicos y otro evento destacado para la vida laboral de Juan. “Pese a que no habían recibido invitación -porque no se nos hubiera ocurrido que podrían venir- al remate vinieron los 10 cabañeros más fuertes de la Argentina, y también de Uruguay. Llegaron por la publicidad y compraron. Vinieron los referentes de la raza que tenían que venir”, cuenta todavía hoy con asombro y satisfacción.
Al año siguiente, Juan y Sergio sumaron a la propuesta a Ignacio Añez (hermano de quien le diera trabajo en Los Abuelos) y el remate se trasladó a Benito Juárez por una cuestión de logística. Y Rústicos empezó a hacerse cada vez más grande y a potenciar a los criadores de Tres Arroyos y la región que forman parte del grupo, muchos de ellos asesorados por García. Más tarde llegaría la alianza con la consignataria cordobesa Alfredo S. Mondino y la trascendencia a nivel país.
Si hay algo que se destaca en cada remate de Rústicos, además de la calidad de la hacienda, es la uniformidad de los rodeos. Ahí está la mano de Juan.
“He logrado una uniformidad. Ves el mismo tipo de animal en todas las cabañas y campos que asesoro. Más que nada porque no me he dejado llevar por modas y mi fuerte siempre fue observar, y copiar. Yo no sé lo que hay que hacer, pero sí sé lo que no hay que hacer”, resume.

México
A partir del buen trabajo que ha venido haciendo y de su relación con los Gutiérrez, Juan fue invitado en 2018 a jurar en las razas Angus, Hereford, Charolais y Brangus a un par de exposiciones a México. “Se dio porque clientes mexicanos que venían a comprarles acá me vieron trabajar con ellos. Me convocaron dos años seguidos”, dice.
En su segundo año, además de jurar le propusieron si quería empezar a asesorar a algunas cabañas y aceptó. Hoy está trabajando en cuatro establecimientos, tres en Jalisco y uno en Guanajuato.
“Los mexicanos están recién descubriendo el Angus, lo cruzan con todas las razas. Allá la idea es que los animales tienen que ser muy pesados”, cuenta.
A esos proyectos, hay que sumarles los dos que tiene en San Luis y otro en La Pampa. Más los establecimientos que asesora en la provincia de Buenos Aires.
“Acá estamos con mucho trabajo en Arandú, Don Abraham, y con Agroganadera San Ignacio en Juárez; y también en cabañas más comerciales o campos como los de Lebeck, Santagiuliana, y La Primavera Traful, que es una de las cabañas más viejas de la Argentina de Angus colorado, en las sierras de Coronel Suárez. Que hayan confiado en mí, es una de las satisfacciones más grandes que he tenido”, dice.
En cuanto al trabajo que le demanda cada uno de los establecimientos, Juan explica que “me dedico a armar los rodeos, organizar los servicios, las inseminaciones, seleccionar. Y también armar los equipos de trabajo, que es algo complicado hoy en día”.
El productor Fernando Briones es asesorado por Juan desde hace más de una década y sintetiza en un par de frases el aporte que su asesor le hizo a su producción ganadera. “El viene al campo, mira las vacas y los toros, y toma decisiones que a veces uno no entiende. Pero con el tiempo llegan los resultados, ves los animales que producís y te das cuenta que él tenía razón”.

Gracias totales
A Juan lo que le sobra hoy es trabajo. Aunque ya está curtido, porque desde que arrancó en Los Abuelos ya no paró. Entonces, haciendo una rápida mirada hacia atrás, además de ver mucho sacrificio (“alguna navidad he llegado a mi casa justo para brindar”) observa a muchas personas que ayudaron para que se haya convertido en lo que es.
Entonces entiende que tiene que a agradecer. En primer lugar, a su familia: “Marcela y mis tres hijas (a las gemelas después se les sumó Lola) me apoyan y me apoyaron siempre, imposible si no haber podido hacer todo esto”. Y después, a los que “me dejaron entrar y trabajar con ellos, como los Ezcurra, los Firpo, los Gutiérrez, Massigoge…”.
Juan no tiene títulos que lo respalden, tampoco los necesita. Su garantía son clientes satisfechos y rodeos que prueban su capacidad.
Comunicación Rústicos

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